Dentro de los cuidados que debemos darle a una mascota está el revisar de forma periódica su cuerpo por si descubrimos alguna alteración que sea reseñable y de la cual debamos dar conocimiento al veterinario.
Está bien empezar por una punta y terminar por la otra siguiendo siempre un plan preestablecido para que no se nos olvide inspeccionar nunca nada.
Podemos empezar por la cabeza, controlando la trufa y ver que no tiene grietas, que su tacto es húmedo y no pe presentan mocos, ni húmedos ni secos. Las comisuras labiales no deben estar con irritaciones ni muy rojas. Hay razas, sobre todo de perros, que presentan una salivación excesiva y hace que los belfos y labios estén continuamente húmedos por lo que hay que tener especial cuidado con su inspección para poder descubrir dermatitis debidas a la excesiva humedad. Los dientes deben estar blancos y sin sarro y no desprender mal olor. A igual que las encías que deben ser sonrosadas y no sangrar, la superficie de la lengua debe ser sonrosada y su en vez libre de bultos que indicarían bolsas de saliva o pequeños tumores.
El alrededor de los ojos debe estar libre de legañas y sin signos de pérdida de pelo. La superficie del ojo o córnea debe estar clara y sin alteraciones y la pupila se debe ver negra, si es blanco puede indicar cataratas. Debemos asegurarnos que la zona de la esclerótica (lo blanco del ojo) no esté ocupado por venas ni rojo pues indicaría infección o congestión.
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Las orejas deben presentarse con una densidad de pelo adecuada y los bordes sin lesiones ni costras. El interior del conducto auditivo no debe presentar supuración ni malos olores.
Acariciar a nuestra mascota por todo su cuerpo además de ser muy placentero para ella nos puede servir para palpar bultos que puedan surgir. El pelo no debe tener nudos y cepillarse fácilmente. No deben haber zonas sin pelo o con clareados, salvo las que de por sí están libres de pelo en muchas razas como la barriga o la zona de las axilas en muchas individuos. Los gatos presentan una zona de baja densidad de pelo que va desde los ojos hasta la base de las orejas y se considera fisiológicamente normal.
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Las uñas no deben ser quebradizas y no deben ser excesivamente largas porque en caso de gatos o en el caso del espolón de los perros podrían clavarse en su propia carne provocando una infección y cojeras. Las almohadillas deben ser suaves y hay que dejarlas libres de restos de hierbas y demás posibles objetos que se les claven. En la zona de los codos, pero también en otras localizaciones, se pueden formar callosidades que habrá que vigilar para que no se inflamen e infecten y debemos considerar la posibilidad de aplicarles una hidratación adicional si así lo considera el veterinario.
En cuanto a la zona genital y anal hay que asegurarnos de que está limpia y no presenta alteraciones de la forma o de su estructura que nos hagan sospechar de posibles problemas. Hay que controlar las glándulas anales, sobre todo en aquellos individuos sensibles de padecer su obstrucción o inflamación y es aconsejable cepillar bien a aquellos perros de pelo largo porque en ocasiones pueden ocasionar estrangulamiento del pene al enroscarse el pelo alrededor de él. Un ano sucio puede indicar diarreas que no hemos observado mientras hacía sus necesidades en el campo, por ejemplo.
Especial cuidado merece el rabo pues muchos individuos lo mueven continuamente lo que hace que pueda sufrir golpes continuos que al final le provoquen una herida y precisamente en esta zona son de difícil tratamiento por su continuo movimiento.
Después de esta exploración seguro que estaremos más tranquilo al ver que nuestra mascota está en perfectas condiciones y ante cualquier duda una visita rápida al veterinario nos tranquilizará cuando hayamos resuelto el problema.
Autor: Domingo García – Veterinario Web: blog.vetjg.com