Los gatos entierran sus excrementos principalmente por instinto, y este comportamiento tiene varias razones naturales y sociales …

Un comportamiento profundamente instintivo
El acto de enterrar los excrementos forma parte del instinto natural de los felinos. Incluso los gatos domésticos conservan muchos comportamientos heredados de sus antepasados salvajes. En la naturaleza, los gatos son tanto depredadores como presas potenciales, especialmente los más pequeños. Por eso, ocultar el olor de sus heces es una estrategia de supervivencia:
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Evita atraer depredadores que podrían rastrearlos por el olor.
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Les permite moverse por su territorio sin dejar rastros evidentes de su presencia.
De hecho, los grandes felinos también muestran comportamientos similares. Por ejemplo, los pumas o linces, que cazan en áreas donde pueden ser perseguidos o desplazados por otros depredadores, a menudo cubren sus desechos para pasar desapercibidos.
Un lenguaje de respeto y jerarquía
En el mundo felino, las heces también comunican información territorial. Contienen feromonas que indican la identidad del gato, su estado sexual y su nivel de dominio.
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Los gatos dominantes, ya sea en la naturaleza o en un grupo doméstico, pueden dejar sus heces sin enterrar como una señal de autoridad, indicando que ese territorio les pertenece.
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Los gatos más sumisos, por el contrario, entierran sus excrementos para no desafiar a los individuos dominantes.
Por eso, en un hogar con varios gatos, observar quién entierra o no sus desechos puede ofrecer pistas sobre su jerarquía social y su grado de confianza.

Un reflejo de limpieza y bienestar
Los gatos son animales extremadamente limpios y meticulosos. Enterrar sus excrementos no solo tiene un sentido biológico, sino también higiénico.
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Les permite mantener su entorno sin olores desagradables.
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Evita que se ensucien las patas o el pelaje.
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Reduce el riesgo de parásitos o infecciones.
Por eso, los gatos domésticos necesitan un arenero limpio y adecuado. Si la bandeja está sucia, el espacio es pequeño o el tipo de arena no les agrada, pueden negarse a usarla o dejar las heces sin cubrir, lo que es su forma de expresar incomodidad o estrés.
Aprendizaje y variaciones individuales
Los gatitos aprenden a enterrar sus heces desde muy pequeños. En general, imitan a su madre, quien les enseña cómo y dónde hacerlo. Sin embargo, incluso los huérfanos o los que no tienen esa guía suelen hacerlo de forma instintiva.
Cada gato, sin embargo, tiene su propia personalidad y hábitos. Algunos entierran con mucho esmero, otros apenas cubren, y algunos dejan las heces visibles de vez en cuando, lo cual no necesariamente indica un problema, sino diferencias individuales o contextuales.
Qué hacer si tu gato no entierra sus excrementos

Si notas que tu gato ha dejado de enterrar sus heces o nunca lo ha hecho, puede haber varios motivos:
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El tipo de arena no le resulta agradable (algunos gatos prefieren granos finos, otros gruesos, sin perfume, etc.).
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El arenero es demasiado pequeño o está en una zona ruidosa o transitada.
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La arena no tiene suficiente profundidad para escarbar. Lo mínimo son 5 cm.
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Hay estrés en el entorno (mudanza, nuevo gato, cambios de rutina).
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En casos menos comunes, puede haber dolor o incomodidad física (como problemas articulares o intestinales). Si notas algo así, llévale inmediatamente al veterinario.
La clave está en observar y ajustar el entorno, asegurando una experiencia cómoda y segura para el gato.
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En resumen
Enterrar sus excrementos es un acto cargado de significado:
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Les ayuda a ocultarse de los depredadores.
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Comunica jerarquía y respeto entre gatos.
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Refleja su instinto de limpieza y bienestar.
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Y es una señal de que el gato se siente seguro y cómodo en su entorno.
