Paco, era uno de tantos perros callejeros que había en Madrid en el año 1880. Mestizo, de pelo negro, con una mancha blanca en la tripa y de talla mediana, así era este ciudadano de cuatro patas. Como sus otros compañeros debió de pasar bastante necesidad al ser un vagabundo más en busca de un pedazo de pan. Hay un refrán que dice que «el hambre agudiza el ingenio», y eso es justo lo que este peludín hizo, ganándose con sus zalamerías al pueblo de la Villa y Corte. Os contamos su historia.
Las andanzas de Paco
Paco, era un perro sin dueño, pero eso no le impedía frecuentar los cafés madrileños que vivían todo su esplendor durante la época, muchos situados en la Puerta del Sol y en la famosa calle de Alcalá. Llegaron a ser hasta catorce establecimientos los que se pusieron de moda. Allí se juntaban literatos, artistas y lo más granado de la sociedad del siglo XIX.
Un día de otoño, el 4 de octubre nuestro protagonista se coló en el Café Fornos, situado en la esquina de Alcalá con la calle de la Virgen de los Peligros. Fue de uno a otro comensal, para ver si alguno de los presentes le obsequiaba con algo que llevarse al estómago. Allí estaba D. Gonzalo de Saavedra y Cueto, marqués de Bogara, futuro alcalde de Madrid. Nuestro amigo debió de mostrarse muy feliz porque lejos de darle un trozo de pan, le cayó un hueso de chuleta. Al marqués le hizo bastante gracia el perrillo, y dado que estaba celebrando la festividad de Francisco de Asís, le bautizo como Paco.
De ruta por los cafés de Madrid
Paco, debía tener poca vergüenza porque iba diariamente a la hora de la comida al Café Fornos a visitar al Marqués, que a esas horas degustaba su menú y por supuesto alguna vianda le caía. Pero claro también había que cenar, así que se pasaba también a esa hora por sí podía llenar el estómago con la simpatía de algún noble madrileño. Si no había suerte, cruzaba la calle de Alcalá y rogaba por un pedazo de pan en el Café Suizo, que pasaría a la historia, entre otras cosas, por un típico bollo: «el suizo», que a día de hoy seguimos disfrutando en todas las pastelerías de la geografía española.
Y Paco se hace famoso
Listo como el hambre, y nunca mejor dicho, se ganó las simpatías de los habituales contertulios. El «perro Paco» no tardó en llegar a la prensa del momento. Al hacerse famoso, era reconocido e incluso accedía a locales que tenían prohibida la entrada los de su especie. Lo que ningún establecimiento quería era que surgiera alguna columna despiadada en el periódico contra ellos por echar a la calle al «perro Paco», así que el can se paseaba por donde quería con el visto bueno de los porteros y de los vigilantes.
Paco y los toros
En el lugar donde hoy se alza el Palacio de los Deportes, en la Avenida de Felipe II, se encontraba la antigua Plaza de Toros. Paco era un asiduo a este espectáculo. Se le podía ver acompañando a los carruajes que llevaban a los toreros famosos. Ocupaba su localidad en el tendido 9 como uno más. Cuando el torero terminaba con el pobre toro, el saltaba a la arena y hacia alguna monería. Cuando los clarines sonaban para anunciar el siguiente astado, el regresaba a su asiento.
La tarde del 21 de junio de 1882, el novillero Pepe el de los Galápagos lidiaba, bastante mal por las crónicas de la época al toro que le había tocado. Solo, Paco sabe porque saltó al ruedo antes de tiempo, y se puso a ladrar e incordiar al torero, llegando incluso a enredarse con las piernas del matador haciéndole caer al suelo. El torero, enfadado, le dio una estocada. El público que se encontraba en la Plaza de Toros quería linchar a quién había herido a Paco, héroe de cabriolas que hacía las delicias de los madrileños. Gracias a que se encontraba en la plaza el empresario teatral Felipe Ducazcal, bien querido por el pueblo, el torero pudo sobrevivir a ese día. Paco no correría la misma suerte. El Sr. Ducazcal se llevo a Paco para que lo cuidasen y se recuperara pero murió poco después. El pueblo adoraba a Paco y se llegó a pedir el garrote y un consejo de guerra para el novillero.
Su cuerpo fue disecado por el taxidermista Ángel Severini, exhibido en una taberna de Madrid, propiedad de Joaquín Chillida, jefe de areneros de la plaza de toros de la Fuente del Berro o de Goya. El primero en ayudar al can tras resultar herido. Finalmente terminaría siendo enterrado en el parque del Retiro.
Monumento al perro Paco
El 16 de enero de 2023, día previo a la celebración de San Antón, patrón de los animales, se colocó en el Barrio de las Letras, en la calle Huertas número 71, una escultura de bronce fundido que le rinde homenaje, realizada por el escultor Rodrigo Romero Pérez, a Paco, el madrileño de cuatro patas más famoso de la capital.
Autora: Antonia Villalba