Durante miles de años, los perros han sido nuestros compañeros inseparables, adaptándose a nuestras costumbres, entornos y formas de vida. Pero un nuevo estudio publicado por el Centre national de la recherche scientifique (CNRS), publicado en Science y difundido por la Agencia SINC ha revelado algo sorprendente: la enorme diversidad de formas y tamaños que vemos hoy en las razas caninas ya estaba presente hace más de 11.000 años, mucho antes de la cría selectiva moderna.
Un hallazgo que cambia la historia de la domesticación
Hasta hace poco, los científicos pensaban que la gran variedad morfológica de los perros —es decir, las diferencias en tamaño, forma del cráneo y proporciones corporales— era un fenómeno reciente, fruto de la intervención humana durante los últimos siglos. Sin embargo, el nuevo análisis demuestra que esta diversidad tiene raíces mucho más antiguas.
El equipo de investigación estudió 643 cráneos de cánidos antiguos mediante técnicas de morfometría 3D, lo que permitió comparar formas con una precisión sin precedentes. Los resultados fueron claros: los perros del Holoceno temprano, hace unos 11.000 años, ya mostraban aproximadamente la mitad de la diversidad craneal que se observa hoy en las razas modernas.
Este hallazgo indica que los primeros perros, aquellos que convivían con comunidades humanas de cazadores-recolectores, ya eran notablemente distintos entre sí. Su aspecto físico no era uniforme, y probablemente cumplían funciones variadas: algunos ayudaban en la caza, otros en la protección o incluso como animales de compañía.

La domesticación: un proceso largo y compartido
Más que una decisión puntual, la domesticación del perro fue un proceso gradual y complejo, con múltiples focos y factores. Según los investigadores, la diversidad temprana de los perros no puede explicarse únicamente por la acción directa del ser humano. También influyeron aspectos como:
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La dieta: los perros que vivían cerca de asentamientos humanos tenían acceso a restos de comida, lo que alteró su metabolismo y morfología.
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El entorno y el clima: las poblaciones caninas que se adaptaban a distintas regiones desarrollaron rasgos específicos, desde pelajes más densos hasta cráneos de diferentes proporciones.
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Las funciones sociales y laborales: los perros utilizados para la caza, el transporte o la defensa fueron seleccionados por sus cualidades naturales, sin necesidad de una cría planificada como la que practicamos hoy.
Esto sugiere que, desde los primeros momentos de convivencia, los perros coevolucionaron con los humanos, adaptándose a sus estilos de vida y aportando un apoyo esencial en su supervivencia.
Un espejo de nuestra propia evolución
Comprender cómo surgió y se diversificó el perro también nos ofrece una nueva mirada sobre nosotros mismos. La relación entre humanos y perros es uno de los ejemplos más antiguos de cooperación entre especies, y este vínculo ha moldeado la historia de ambas.
Mientras los humanos cambiaban su forma de vida —de nómadas a agricultores—, los perros evolucionaban a su lado, desarrollando comportamientos, capacidades y apariencias distintas. El estudio del CNRS y sus colaboradores revela que esta diversidad temprana refleja una profunda interacción biocultural: los perros se adaptaban a las necesidades humanas, y los humanos, a su vez, se beneficiaban de las habilidades de sus compañeros caninos.
Más allá de las razas: conservar la diversidad
Hoy existen cientos de razas reconocidas oficialmente, pero muchas comparten ancestros comunes que se remontan a esos primeros perros del Holoceno. Conocer que la diversidad morfológica ya existía entonces nos invita a repensar la idea de “pureza de raza” y valorar más la diversidad genética y funcional de los perros.
Proteger esa variedad no solo es una cuestión estética, sino también de salud y equilibrio genético. Las razas modernas han sido moldeadas por la selección artificial, a menudo priorizando rasgos físicos sobre el bienestar, lo que ha causado problemas hereditarios. En cambio, la diversidad natural que existía hace miles de años representa un modelo de equilibrio biológico que deberíamos intentar conservar.
Conclusión: una historia compartida desde hace milenios
El descubrimiento de que los primeros perros ya mostraban una amplia diversidad hace 11.000 años transforma nuestra comprensión sobre la domesticación. No fueron simples acompañantes moldeados por la mano humana, sino compañeros de evolución, adaptándose junto a nosotros a un mundo cambiante.
La historia de los perros es también la nuestra: una historia de cooperación, adaptación y supervivencia compartida. Comprender su pasado nos ayuda a cuidar mejor su futuro.