Las aves que dispersan más tipos de semillas tienen mayores posibilidades evolutivas

Tangara sayaca

Más del 70% de las especies vegetales que producen flores depende de las aves para dispersar sus semillas. Como las aves consumen frutos de distintas especies vegetales, la interacción entre las aves y las plantas configura una serie de redes complejas.

Un estudio realizado en el Instituto de Biociencias de la Universidad de São Paulo (IB-USP), en Brasil, mostró que la estabilidad evolutiva de cada especie de ave depende de la posición que esta ocupa en la red, y es tanto mayor cuanto mayor es su cantidad y más centrales son las interacciones que entabla con potenciales especies de plantas asociadas, es decir, cuantas más conexiones mantenga con distintas partes de la red en general.

Los resultados de esta investigación, que contó con apoyo de la FAPESP, salieron publicados en la revista Science.

 

Tangara sayaca
Tangara sayaca (Thraupis sayaca) en Bertioga, São Paulo, Brasil/Hector Bottai

 

“Las especies de aves que ocupan lugares más centrales en la red, es decir, que se conectan más, tienden a ser más estables en términos macroevolutivos”, le dice a Agência FAPESP Gustavo Burin, primer autor del artículo.

El investigador comenta que el establecimiento de esta correlación entre las interacciones de las especies y su dinámica evolutiva constituyó un enorme desafío, pues fue necesario cotejar dos procesos que transcurren a escalas de tiempo completamente distintas. La dispersión de semillas se concreta a escala anual, mientras que la evolución se plasma en el transcurso de millones de años.

“Trabajamos durante cuatro años en el tema, integrando datos de 468 especies de aves pertenecientes a 29 redes de dispersión de semillas. Y demostramos que cuantos más vínculos establece cada especie de ave con especies de plantas, mayores son sus posibilidades evolutivas. O diciéndolo quizá de una manera más precisa: cuanto mayor es la estabilidad evolutiva de una especie de ave, más chances tenemos de observar su importancia relativa dentro de una red de dispersión de semillas, una importancia que se mide de acuerdo con la cantidad y con el patrón de interacciones que cada especie establece”, afirma Burin.

“Las especies que ocupan lugares centrales en la red contemplan una de dos características: o son más longevas, con mayor tiempo de existencia en el planeta, o son aquellas que pertenecen a grupos que acumularon muchas especies en un lapso de tiempo relativamente corto, de manera tal que, si una especie desaparece, otras muy parecidas la reemplazan”, añade el investigador. Entre las aves nativas existentes en el territorio brasileño, dos ejemplos de especies longevas son el zorzal colorado (Turdus rufiventris) y el celestino común o tangara sayaca (Thraupis sayaca).

“Ponemos de relieve la importancia de las interacciones con las plantas para el éxito evolutivo de cada especie de ave. Pero la recíproca también puede ser verdadera. Las plantas que pueden contar con más especies de aves para diseminar sus semillas cuentan con mayores chances de propagarse y sobrevivir. Cuando existe un animal vertebrado dispersor, las semillas puede ser transportadas a través de decenas de kilómetros de distancia desde su posición de origen”, remarca Burin.

Este mecanismo es más intenso y efectivo en las zonas cálidas, húmedas y menos sujetas a variaciones estacionales. No por casualidad, la Amazonia colombiana y el sudeste asiático albergan los principales santuarios de biodiversidad del planeta, tanto animal como vegetal. En la investigación se combinaron datos ecológicos y de modelado matemático y computacional y herramientas analíticas derivadas del estudio de las redes complejas. Además de Burin, el mismo contó con la participación de Paulo Guimarães Jr y Tiago Quental.

Fuente: Dicyt

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