Cuando hablamos de gatos, siempre situamos las andaduras con la humanidad en el antiguo Egipto. Pero esto ha cambiado radicalmente desde que en el año 2001 una excavación francesa, descubriera en la localidad en la villa neolítica de Shillourokamb, sita en Chipre, un enterramiento con un humano y su gato, que data de hace 9500 años.
En esta tumba aparecía una persona con sexo desconocido, de alrededor de 30 años de edad, y con un ajuar nada desdeñable para la época: colgante de piedras y conchas marinas, dos hachas pulidas, varias lascas de pedernal y una piedra pómez entre otras. A tan solo 20 cm, se encontraba un gato, lo que sugiere que fuera sacrificado para pasar a mejor vida junto con su acompañante humano. Muy probablemente fuera de la especie Felis silvestris lybica (subespecie de gato montés). Esta tipología de felino era mucho más grande que la que podemos encontrar en la actualidad en los gatos actuales. Era un macho joven de unos ocho meses de edad. Por la forma que estaban los dos cuerpos situados se cree que este bigotudo podría tener un vínculo emocional ya que estaban enterrados de forma asimétrica.
La relación de los hombres con lo gatos tuvo su base en la necesidad. La humanidad se dio cuenta que esta relación podía ser muy fructífera, los gatos permanecían cerca de ellos, ejerciendo de control de plagas frente a los ratones y pájaros que se comían el grano. Hay que tener en cuenta, que los gatos no son nativos de Chipre por lo que fueron llevados a la isla a propósito, para este fin en concreto con carácter meramente laboral.
Lo que desde luego podemos afirmar con este hallazgo es que la domesticación de los gatos se sitúa unos 3000 años después de que los perros se convirtieran en los mejores amigos del hombre y muy cerca de la época en que se domesticaron el trigo y las ovejas, sugiere Jean-Denis Vigne, arqueólogo principal de estudio.
Autora: Antonia Villalba
