La población de urogallo de la cordillera cantábrica ha encadenado décadas de un declive que parece imparable y hoy se encuentra en peligro crítico de extinción. Un equipo de la Estación Biológica de Doñana – CSIC acaba de publicar un artículo en la revista Evolutionary Applications que indica que la población podría estar envuelta en una espiral de extinción relacionada con la endogamia y la depresión genética. En situaciones similares, hay ejemplos exitosos de rescates genéticos, en los que la introducción de individuos de otras poblaciones alivia los efectos negativos de la endogamia. Sin embargo, el urogallo cantábrico se ha considerado una subespecie única (Tetrao urogallus cantabricus), por lo que no se ha valorado la posibilidad de mezcla con otras poblaciones. Hoy se sabe que esa clasificación no tiene base científica y el artículo sugiere que la pretendida exclusividad del urogallo cantábrico ha sido una trampa para su conservación.
El urogallo habita los inmensos bosques de la taiga euroasiática, además de algunos enclaves aislados en zonas montañosas de Europa. Muchas de estas poblaciones montanas fueron descritas a lo largo del siglo XX como subespecies, hasta doce de ellas. La última en describirse, en los 1960s, fue la subespecie cantábrica. La definición de las subespecies nunca fue robusta, y hoy se sabe con seguridad que las subespecies de urogallo en general, y la cantábrica en particular, no tienen soporte científico. La proliferación de subespecies de urogallo es un ejemplo de inflación taxonómica, es decir, se han descrito unidades taxonómicas (en este caso, subespecies) que no merecerían ese estatus.
En general, el estado de conservación de las poblaciones montanas de urogallo es muy pobre, especialmente la del urogallo cantábrico. Se cree que antes del siglo XX el territorio cantábrico ocupado por el urogallo, sería de unos 30.000 km2, que se habría reducido a 10.000 km2 a principios de los 1970s, y a apenas 1000 km2 en la actualidad. Entre 1978 y 2019 el número de urogallos del oeste cantábrico, su último refugio, se ha reducido en al menos un 90%. La población cantábrica de urogallo se considera, al igual que la pirenaica, en peligro crítico de extinción.
Son varios los factores que pueden haber estado implicados en esta debacle, aunque es probable que el principal haya sido la caza, tanto legal (hasta 1979) como ilegal. “Desde mediados del siglo XX se habrían cazado en torno a 7.000 urogallos, en su gran mayoría machos, una cifra desorbitada si pensamos que en 2019 no llegaban a ser 200 los urogallos que habitaban la cordillera cantábrica”, apunta Miguel Clavero, autor principal del trabajo. Pero los factores que desencadenaron el declive, como la caza y quizás otros, pueden no ser relevantes hoy día.
Las poblaciones aisladas que se han visto diezmadas pueden perder diversidad genética debido a cruzamientos entre animales emparentados, lo cual genera depresión genética por endogamia. La depresión genética puede a su vez desencadenar una espiral de extinción, un proceso independiente de las amenazas iniciales, por el que los efectos negativos de la endogamia (sobre la reproducción o la supervivencia) generan pérdidas de población, que acentúan la endogamia y dan lugar a mayores declives.
La espiral y el rescate
¿Está el urogallo cantábrico atrapado en una espiral de extinción? Se sabe que la diversidad genética del urogallo cantábrico es notablemente baja y que muchos individuos tienen un alto grado de endogamia. Pero para inferir que haya depresión por endogamia no basta con describir una baja diversidad genética. Ésta debe dar lugar a una pérdida de potencial biológico. Para investigar estos posibles efectos, el equipo de trabajo recopiló, de muy diversas fuentes, datos sobre el tamaño de puesta en 32 nidos de urogallo encontrados en el campo entre 1950 y 2020. “En 70 años el número de huevos por nido se ha reducido a menos de la mitad, pasando de casi 10 a poco más de 4”, explica Javier Naves, investigador de la Estación Biológica de Doñana y coautor del trabajo. A esta disminución del número de huevos detectada en el campo hay que sumarle los problemas que rodean a la cría en cautividad, como las bajas tasas de puesta y eclosión y la elevadísima mortalidad de los polluelos.
Actualmente se desarrollan diferentes actuaciones de gestión con el objetivo de detener el declive del urogallo cantábrico. Pero de poco sirven estos trabajos si algo en los propios animales ha dejado de funcionar. Y hay indicios muy sólidos de que eso está pasando. De hecho, la población no ha respondido positivamente a ninguna de las actuaciones emprendidas y parece ser necesario el rescate genético, que implica la traslocación de individuos de otras poblaciones. Esta operación, ya ensayada con éxito en aves emparentadas con el urogallo, busca aumentar la diversidad genética y atenuar los efectos negativos de la endogamia. No es una actuación sencilla, pues enfrenta importantes retos técnicos. A estas dificultades hay que sumarlas inercias de gestión arraigadas en la presumida singularidad del urogallo cantábrico.
Tanto se ha recalcado la exclusividad de la supuesta subespecie cantábrica de urogallo, que la idea de mezclarla con individuos de otras poblaciones nunca ha estado sobre la mesa. Ahora que sabemos que el urogallo cantábrico no es tan exclusivo y que la depresión por endogamia puede hacer inviable la población, solo queda probar si el rescate genético puede recuperar la condición o capacidad de la población.
“En general, se asume que el hecho de que una población sea una subespecie única será positivo, pues fomentaría los esfuerzos de conservación, pero para el urogallo cantábrico esa forzada singularidad ha funcionado como una trampa”, concluye Miguel Clavero.
Fuente: Dicyt