Encontrar un bulto a un perro puede ser un tanto desconcertante para las familias, quienes habitualmente acuden al veterinario lo antes posible para determinar su causa. Es normal, ya que la aparición de un bulto en muchos casos se acaba asociando a cáncer, pero antes de asustarse es importante saber que el descubrimiento de uno no siempre debe ser motivo de alarma, no obstante sí es importante que sea valorado por un profesional.
Es cierto que los bultos que pueden aparecer en la piel de un perro pueden ser benignos o malignos, siendo más frecuentes los primeros. Y de ambos, están entre los más frecuentemente diagnosticados los siguientes:
- Lipomas, también conocidos como bultos de grasa.
Se localizan en el tejido subcutáneo y su origen está en la formación de nódulos de grasa. En primera instancia, si no molestan al perro ni suponen riesgo para su salud, no sería necesario extirparlos. Será el veterinario en última instancia quien traslade a las familias las mejores opciones.
- Quistes sebáceos
Este tipo de bultos aparecen como consecuencia del bloqueo de una glándula sebácea presentando un estado líquido o semisólido. Este tipo de quites son de carácter benigno y en muchos casos acaban curándose solos siempre y cuando no se infecten.
- Abscesos
Estos están causados por heridas infectadas en las que entorno a la misma se crean saquitos de pus. Aunque si no se tratan pueden derivar en una infección mayor, en sí mismos son de origen benigno y de fácil tratamiento.
En lo que se refiere a los malignos, entre los más habituales se podrían citar algunos como carcinoma de células escamosas, tumores mamarios, o fibrosarcoma de aparición en la piel, o mastocitomas.
En definitiva, sin crear alarma, tras la detección de un bulto a un perro es importante cerrar una cita con una clínica veterinaria para que se le puedan realizar las pruebas diagnósticas pertinentes y determinar el origen.
Web: Hospital Veterinaria Valencia Sur
