La visita al veterinario

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A muchos propietarios se les plantean demasiadas “dudas metafísicas” acerca de si deben o no acudir al veterinario ante algún problema de su mascota: ¿estará“suficientemente” enfermo para llevarle a la clínica?, ¿Seré un pesado?, ¿Me cobrarán?

Todas las preguntas, las más y las menos inteligentes, se contestarían con una sencilla afirmación: debemos acudir al veterinario siempre que observemos variaciones en el estado físico y “psíquico” del animal.

Algo tan sencillo se vuelve tremendamente complejo… El propietario no sigue la anteriormente citada afirmación para su “cuerpo serrano”: ¿acudimos al médico siempre que “notamos” variaciones en nuestro estado normal?… ¿A que no?

Ya se pasará, es un dolor sin importancia…, unas verduritas cocidas, unas friegas de alcohol de romero… ¡¡Cualquier cosa antes de acudir al galeno!!

Si no somos buenos para nosotros… Qué pueden esperar nuestros sufridos amigos.
Nuestro perro necesita que le llevemos al veterinario cuando aparezcan problemas… O al menos debemos acudir a su consulta o llamarle por teléfono para que valore si debemos o no llevar al animal a la clínica.

¡¡El teléfono!! Muchos propietarios pretenden utilizar este medio de comunicación como la solución a todos sus males; muchos están tan acostumbrados a obtener respuestas del otro lado de la línea telefónica, que creen que el veterinario es algo así como la consulta telefónica de las páginas amarillas, el consultorio de Rappel o La tienda en casa.

Muchos llaman al veterinario para que les solucione el problema, para que les de un tratamiento sin ver al animal.

¿A ustedes se les ocurre llamar al fontanero para que les diga cómo arreglar las pérdidas de agua de la tubería de la pila de la cocina?, ¿llaman a su cardiólogo para que le modifique las dosis de su tratamiento por unas inoportunas palpitaciones sin que realice los estudios y valoraciones oportunos?… ¿Y por qué llaman al veterinario para que les diga qué le pueden dar a “Rinti” para su espectacular diarrea?

Supongo que existen muchas razones por las que a muchos propietarios de perros les cuesta acudir a las clínicas veterinarias: precios, comodidad, despreocupación, vergüenza…

Si verdaderamente queremos a nuestro perro, debemos acudir al veterinario o consultar con él la necesidad de una visita cada vez que notemos cambios en el estado habitual de nuestro mejor amigo.

CÓMO PREPARARSE

La visita al veterinario requiere algunos pasos previos, una mínima preparación, siempre y cuando la urgencia no lo impida.
El propietario es… ,mejor dicho, debería ser el principal aliado del veterinario; es el que más y mejor conoce al animal, el que sabe que cuando pestañea tres veces seguidas, algo malo sucede, el que si encuentra raro a su mejor amigo es por algo… El propietario debería ser el mejor aliado…

Para sacar provecho de la visita a la clínica, para estar el tiempo necesario, para que todo discurra con normalidad, debemos salir de casa con una serie de cosas claras y preparadas:

– Debemos realizarnos un pequeño examen… Similar al “interrogatorio” al que nos va a someter el profesional: ¿qué le sucede?, ¿desde cuándo?, ¿a qué creemos que puede ser debido?… Es muy sencillo, unas pequeñas preguntas para no irnos por las ramas , para no intercalar el capítulo de “Periodistas” del día anterior entre el relato de problemas del animal. “Trasto” está malo desde el jueves… Estaba raro desde la mañana, no quiso comer, bebió más de lo normal, no tenía mucho interés en salir a su paseo… ¿Y por qué ha podido ser? ¡¡El jamón!!… Claro, seguro que fue él y no mi marido el que se zampó todo el jamón que dejé sobre la encimera de la cocina antes de la cena…
– Debemos llevar a la visita todo aquello que pueda ser útil, no hace falta llevar todas las estampitas de las Vírgenes de nuestra devoción, o al menos no debemos montar el altar alrededor del animal sobre la mesa de la consulta; la cartilla de vacunación, los tratamientos que pueda estar tomando… Al veterinario le resulta complicado averiguar cuáles son esas pastillitas chiquitinas y de color salmón intenso si no ha sido él el que las recetó. Debemos acompañarnos de todo lo que pueda ser útil: el envase de un posible producto tóxico, una muestra de heces si el animal tenía diarrea con sangre… ¡¡Mejor pasarnos que quedarnos cortos!!
– Y algo de vital importancia… ¡¡El perro!! Sabemos que puede ser engorroso acercarse con el animal cuando te pilla de paso la clínica al volver del trabajo, sabemos que es gratificante tu locuaz explicación… Pero lo mejor de lo mejor para saber qué le pasa al perro…

¡¡Es que el veterinario lo tenga delante de sus profesionales narices!!

EN LA CLÍNICA

Nuestro animal no está bien… Nosotros, como propietarios responsables, hemos decidido llevar a nuestro mejor amigo al veterinario.
Una vez en la clínica debemos tener claro que podemos encontrarnos con otros animales, por lo que deberemos llevar a nuestro perro con correa y collar, incluso con bozal si fuera necesario. En la sala de espera debemos responsabilizarnos de nuestro amigo, los olores y los recuerdos de otras visitas suelen “ponerle mal cuerpo” y un “carácter” imprevisible.
Cuando llegue nuestro turno, y gracias al autoexamen que nos hicimos en casa, seremos concretos, daremos al profesional las respuestas a sus preguntas y nos dispondremos a colaborar en el manejo de nuestro animal; muchos propietarios “se hacen los suecos” en el momento de controlar al perro cuando el veterinario va a revisarlo; deben pensar que el profesional, durante la carrera, tiene alguna asignatura de doma salvajes o un curso acelerado de “cow boy” experto en agarre con lazo… Debemos colaborar… Es nuestro perro.

El veterinario, tras escucharnos y observar la situación, nos propondrá una serie de pruebas para confirmar o descartar las posibles causas del problema; debemos tener claro lo que se va a hacer y cuánto nos va a costar… Es mejor enterarse bien que llevarse sorpresas.
Cuando tengamos todo claro, el veterinario realizará su trabajo: análisis, radiografías, ecografías… Todo lo necesario para conocer a fondo el problema y solucionarlo con seguridad.

Tras todo el proceso, el veterinario nos dirá cuál ha sido la causa o sus sospechas a la espera de tener todos los resultados de las pruebas realizadas; a partir de ese momento tenemos que tener muy claro que la pelota vuelve a estar en nuestro tejado; el propietario es el máximo responsable de seguir al pie de la letra las indicaciones, tratamientos y cuidados que necesita su perro.

Si no entendemos algo de lo que nos dice, si tenemos una memoria frágil… Que nos lo expliquen una o cien veces más, que nos lo den por escrito… Pero no nos vayamos de la clínica con dudas…

A partir de este momento, si todo ha sido correcto, nuestro animal empezará a notar las bondades de los fármacos, de las dietas… podremos estar contentos por haber actuado con lógica, llevando al perro al veterinario.

DE VUELTA A CASA

Nuestro buen amigo está feliz… ¡¡Por fin le sacan de aquel sitio!! En ciertas ocasiones el animal puede estar un poco torpe por una tranquilización, molesto por “la campana” que le han puesto en la cabeza para no rascarse, por el vendaje de su pata… Todas estas molestias son transitorias, y son beneficiosas para el animal.
Aunque ya no estemos en el terreno del veterinario, aunque nos dirijamos hacia casa, debemos tener muy presentes todas las recomendaciones; no debemos hacer caso a las recomendaciones de los vecinos y amigos que nos encontremos por el camino… Las ordenes del veterinario son para seguirlas al pie de la letra; por mucho que Julián, nuestro“pescadero de cabecera” nos diga que su perra casi se vuelve loca y destroza la casa con la maldita campana; por más que Pedro, el portero de la finca, maldiga los fármacos porque a él le destrozan el estómago… ¡¡Ni caso!!
A partir del momento en que salimos de la casa del veterinario, nosotros somos los únicos responsables, no debemos mezclar la dieta comercial con un poquito de pollo y luego“despotricar” diciendo que esa dieta, aparte de cara, no sirve para nada… No podemos interrumpir un tratamiento antibiótico a los tres días porque el perro está prácticamente bien, cuando nos dijeron que debería tomarse el producto diez días… Eso sí, si vuelve a tener tos, nosotros no tenemos la culpa; o el fármaco no era el correcto, o el veterinario no tiene ni idea…
Seamos responsables, sigamos las recomendaciones del veterinario… Pero… Si por desgracia cumplimos sus mandatos… Y en los días recomendados no existe mejoría… Acudiremos de nuevo al profesional… O pediremos una segunda opinión.
Siempre debemos tener presente que los propietarios son absolutamente todo para su mascota, y que en los temas de salud el dueño adquiere una vital importancia…
Por favor… No juguemos con la salud de nuestros perros.

RESUMEN:

Nuestro perro deberá acudir a la clínica veterinaria varias veces a lo largo de su vida… Incluso varias veces en un año: vacunaciones, identificación, desparasitaciones… Más tarde o más temprano deberemos acudir al profesional, y para ello debemos tener en mente los siguientes consejos:

ANTES…

– Acudiremos al veterinario siempre que sea necesario: no debemos pensar que somos unos pesados o que el profesional pensará que somos unos histéricos… Nosotros somos los que mejor conocemos a nuestro animal, sabemos que “está raro” y creemos que es el momento de acudir a la clínica.
– Antes de salir de casa con el perro cogeremos su cartilla, su tarjeta de identificación (microchip o tatuaje) y todos los posibles informes y fármacos que sean necesarios para abastecer la “curiosidad informativa” del profesional.
– También nos haremos un pequeño examen: ¿desde cuándo está el animal raro?, ¿cuáles han podido ser las razones?, ¿cuáles son las “cosas raras” que le noto? Todas las informaciones, hasta las que nos parezcan más tontas o más raras, pueden ser de vital importancia para el profesional.
– Saldremos a la calle con nuestro animal “ataviado” correctamente: collar, correa, bolsa para las “kks” y bozal si su carácter así lo recomienda.

DURANTE…

– Ciertos animales pasan algo más que un mal rato en la clínica… En ciertas ocasiones su comportamiento hace recomendable que pidamos cita al profesional para que el período “de tortura” sea el menor. La cita previa es una buena solución para animales nerviosos y conflictivos.
– Dentro de la clínica debemos tener presente que no somos los únicos, que aunque nuestro perro sea lo más importante para nosotros, existen otros animales, con otros problemas y que aunque nosotros “estemos antes”, la gravedad de ciertos casos pueden alterar el orden de entrada.
– En la sala de espera debemos comportarnos… Y decimos “debemos”: perro y dueño; aunque nuestro perro sea el más bueno del mundo se encontrará con otros animales desconocidos… ¡¡Incluso raros!!… Siempre debemos tenerlos sujetos con el collar y la correa, desde que entremos hasta que salgamos.
– Si el animal se pone nervioso o violento saldremos a la calle hasta que se tranquilice o hasta que nos toque el turno.
– Dentro de la consulta intentaremos ser concretos… sin contar en medio de la problemática del animal la película de la noche anterior… el veterinario está trabajando y necesita que le aportemos los datos que “hemos preparado en casa”.
– Durante toda la consulta colaboraremos en el control de nuestra mascota… El veterinario no es un “cowboy” especializado en controlar animales en estampida… Nosotros somos los responsables… “el de la bata blanca” no tiene por qué sufrir mordiscos por el mero hecho de cobrarnos al finalizar la consulta.
– Si el animal es difícil de controlar, puede ser necesario aplicar un tranquilizante… ¡¡El veterinario propone y el cliente dispone!!… pero tengamos por seguro que el profesional solo propondrá la aplicación del fármaco si es estrictamente necesario.
– El profesional puede necesitar la realización de pruebas diagnósticas: analíticas, radiografías, ecografías… Consultemos el precio, tengamos claro para qué quiere hacerle esas pruebas…
– Cuando el profesional tenga claro el problema o finalice con la vacunación rutinaria, nos recomendará unos tratamientos o unas pautas a seguir… No son por capricho… Debemos entenderlo… Si no lo entendemos… Preguntemos las veces que sea necesario.
– Antes de abandonar la clínica debemos pagar los servicios… Es triste que muchos propietarios aun pregunten al salir de la consulta: ¿se debe algo?… Seamos serios, estamos ante un profesional que ha realizado un trabajo.

DESPUES…

– En muchos casos la salida de la clínica es el inicio del tratamiento a seguir en el hogar… Las pautas marcadas por el profesional han de seguirse de forma estricta… Aunque veamos que el animal mejora en dos días le daremos el tratamiento los que el veterinario haya marcado…
– Si el animal no evoluciona favorablemente volvamos a consultar… Incluso una segunda opinión a otro profesional.
– El propietario suele ser de gran importancia en la aplicación de los tratamientos y en la consecución de una pronta curación… No nos saltemos las normas ¡¡jamás!!.
– Cumplamos con los calendarios recomendados en la última visita (vacunaciones, desparasitaciones…).
– La vuelta a casa debe realizarse con el collar, la correa, la bolsa de las “kks” y el bozal… Si sigue siendo necesario.

Autor: Carlos Rodríguez                                         Web: www.mascoteros.com

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