¿Tienen los gatos nacionalidad?

gray tabby kitten on tree

Al menos en un sentido amplio, podríamos decir que sí. De la misma manera que los humanos nos denominamos según el lugar de nacimiento como españoles, australianos, o lo que sea, y eso marca ciertas diferencias entre nosotros, podríamos decir que algo similar ocurre con otras especies. Así, el gato doméstico (Felix silvestris catus) es idéntico en todo el mundo, pero el contexto en el que viven algunos de ellos —su nacionalidad— podría marcar algunas diferencias. Este artículo va de gatos australianos y gatos españoles, y, si me apuran, estirando un poco más el gentilicio, de gatos canarios.

Creo que es necesario hablar de esto ahora que se habla tanto de los gatos “asilvestrados” que se comen la biodiversidad en España. Cuando se habla de esto, siempre se pone el foco en nuestros archipiélagos, Baleares y, sobre todo, Canarias, por la especial vulnerabilidad de sus ecosistemas, y se establecen paralelismos con lo que ocurre en otras islas, pero, sobre todo, con lo que ocurre en Australia. De hecho, la inmensa mayoría de la bibliografía que se cita se refiere a estudios realizados en nuestras antípodas y, en base a ellos, se pide que las leyes de bienestar no protejan a nuestros “gatos asilvestrados”[1]. Ahora bien, ¿es esta una buena comparación? Veamos por qué no lo es.

 

grey cat on brown ground

 

 

Comencemos hablando de Australia, de su historia, de sus gentes y de sus gatos. Efectivamente, Australia es una isla. De hecho, una isla enorme. Son 7,5 millones de kilómetros cuadrados, es decir, más o menos el tamaño de Europa entera incluyendo Rusia. La mayor parte de este gigantesco país está deshabitado, ya que el 80% de sus 24 millones de habitantes se concentra en tan solo el 3% del territorio. Así, la densidad de población humana nos da una cifra de 3 habitantes/km2, con millones de kilómetros donde no hay nadie. Los humanos llegaron a esta isla-continente hace la friolera de 65.000 años. Sin embargo, el gato no llegó a la isla hasta 1788, junto con los colonos británicos, que los llevaban para controlar las ratas y ratones en los barcos [2]. Estos pequeños felinos domésticos eran parte indispensable de la tripulación. También llevaron consigo todo tipo de animales domésticos, que tampoco existían por allí hasta entonces, como los conejos, que fueron introducidos intencionadamente como especie cinegética. Esos mismos colonos, que a mediados del siglo XIX se dedicaban mayoritariamente a la agricultura, se encontraron con que los conejos que ellos mismos habían soltado se habían reproducido desmesuradamente y atacaban de forma inmisericorde sus cultivos. La solución que se les ocurrió a las buenas gentes de entonces fue introducir más gatos para controlar el problema con los conejos. De hecho, los gatos volvieron a ser un aliado imprescindible, hasta tal punto que fueron protegidos por ley, y la altísima demanda de estos animales hizo que llegaran a pagarse cifras astronómicas para hacerse con ellos [3]. Se soltaban gatos por millares, para combatir a los conejos… y también a los ratones. Porque sí, a todas estas, en Australia también proliferaban los ratones que vinieron en los barcos, y que encontraban en los cultivos de cereales, una fuente de alimentación idónea para reproducirse activamente. De hecho, desde mediados del siglo XIX se continúan produciendo plagas periódicas de ratones en el país, aproximadamente cada 4 o 5 años, que afectan severamente a la economía del sector primario australiano [4]. De nuevo, los gatos resultaban buenos aliados de los agricultores, desempeñando un papel de contención de ambas plagas. Pero, por supuesto, en este contexto, sacar adelante los cultivos resultaba extraordinariamente difícil para muchos agricultores, que fueron abandonando paulatinamente la actividad agrícola y emigrando hacia las ciudades donde habría más oportunidades de trabajo [4], [5]. Eso sí, dejando atrás a los gatos, conejos y ratones. Este es el origen de los archifamosos gatos asilvestrados.

Son los descendientes de aquellos aliados, de aquellos gatos domésticos que fueron abandonados a su suerte por decenas de miles, en el medio natural, y, evidentemente, con necesidad de comer cada día. Por tanto, comenzaron a integrarse como depredadores en los ecosistemas en los que habían sido introducidos por el ser humano. A día de hoy, siguen siendo gatos domésticos, pero se han asilvestrado [3]. De hecho, este regreso al medio natural probablemente dará lugar en el futuro a una nueva especie de felino, propio de aquellos lares, aunque para eso aún habrá que esperar miles de años y dejar que las reglas de la evolución hagan su magia.

 

white and gray cat on brown soil

 

Viajemos ahora un poco más cerca. Vengámonos a Canarias, tal y como hacen algunos de los más de 16 millones de turistas que visitan las “Islas Afortunadas” cada año [6]. Son tantos los turistas que, si estos visitantes fueran solo australianos, prácticamente dejarían su país vacío. Este archipiélago español no es muy grande. De hecho, es un millón de veces más pequeño que Australia. Eso sí, está densamente poblado. Los canarios somos sólo 10 veces menos que los habitantes australianos. Hagan ustedes los cálculos de cuál es la presión humana sobre este territorio insular en comparación con aquel de nuestras antípodas. De hecho, el Instituto Nacional de Estadística nos dice que por aquí tenemos una densidad de casi 300 habitantes por kilómetro cuadrado. Es decir, que es tres veces mayor que en el resto de España y 100 veces mayor que en Australia ¿Y nuestros gatos? Pues hay muchos, también. Es lógico. A la gente le encanta tenerlos. Como animales de compañía, pero también para el control de plagas. Esto último, sobre todo, en las zonas rurales, que en Canarias están muy asociadas a los espacios naturales sean o no protegidos. De hecho, en Canarias, es bastante difícil encontrar espacios deshabitados. A menos de 5-7 km de cualquier espacio natural, protegido o no, encontramos núcleos de población con sus correspondientes gatos [6]. Y esto viene siendo así desde hace muchísimo tiempo. En realidad, no se sabe cuándo llegaron los gatos a Canarias, pero, como atestiguan los restos arqueológicos, los guanches se alimentaban de ellos. Probablemente también les hicieran compañía, pero en épocas de hambruna, o como parte de ciertos rituales mágicos, iban a la cazuela [7]. Estos primitivos felinos canarios eran gatos robustos, parecidos a los del desierto. Probablemente llegaron procedentes del vecino continente africano, con los primeros pobladores del archipiélago y el resto de los animales que vinieron con ellos (cabras, ovejas, perros, etc.) hace unos 2.500 años. Seguramente, después, con los conquistadores españoles, llegaron más gatos a las islas.

Volvamos en este punto a las preguntas iniciales: ¿son comparables los gatos del medio natural australiano y canario? ¿Tienen unos y otros el mismo origen? ¿Se puede hablar de “asilvestramiento” de los gatos canarios? ¿Podemos emular los modelos de gestión que aplican en Australia —bastante cuestionables e ineficaces, dicho sea de paso— y pedir que se apliquen en Canarias? Tengo una respuesta muy clara a todas estas preguntas: un rotundo no.

 

black cat hiding behind green grass

 

No tenemos nada que ver en absoluto. En Australia tienen gatos asilvestrados. Muchísimos. En Canarias lo que tenemos en los espacios naturales son, mayoritariamente gatos, bien con propietario o bien sin él, pero que provienen de las poblaciones humanas vecinas de los espacios naturales. ¿Qué posibilidades reales hay en un territorio tan pequeño como este para que los gatos se independicen realmente como especie silvestre y vivan únicamente de sus habilidades depredadoras? ¿Cuántos ejemplares de este tipo de gato hay? Si los hubiera, y nadie los ha identificado con certeza, serían una proporción ridícula del total de gatos en Canarias. En este escenario, yo, al menos, no le veo ningún sentido el pedir/exigir que los “gatos asilvestrados” españoles/canarios sean expresamente excluidos de las leyes de protección animal, para poder gestionarlos de manera diferenciada (ya en otra ocasión trataremos el modelo de gestión australiano, y de las plagas de ratones de proporciones bíblicas que han tenido lugar tras el exterminio de centenares de miles de gatos). Se trataría de todo lo contrario. Estos gatos deben ser considerados de la misma manera que el resto de los gatos y deben ser gestionados de forma integral y coordinada. De hecho, es importantísimo que la Ley de Protección, Derechos, y Bienestar de los Animales que actualmente se debate en el Parlamento se apruebe tal y como está pensada. Es una ley que contiene un capítulo entero dedicado al único modelo de gestión de gatos que va a funcionar en España, que es el control reproductivo de todos los gatos que viven al amparo de las poblaciones humanas, bien porque tienen propietario/responsable, bien porque viven a su suerte en el entorno de las poblaciones, aunque eventualmente hagan incursiones en los espacios naturales.

Es el único modelo que funciona a largo plazo. Es absolutamente obvio que controlar la reproducción de los gatos servirá, en primer lugar, para contener el problema, y posteriormente para logar una reducción sustancial del problema. Pero es necesario que el método se aplique correctamente, es decir, cubriendo un territorio lo suficientemente amplio, y con organización y continuidad temporal [8], [9]. Para garantizar que estas premisas se cumplan es por lo que es imprescindible esta Ley. Sin un control de la población en este sentido, nunca conseguiremos solucionar el problema. Cuanto más tardemos en darnos cuenta de esto, y mientras sigamos comparándonos con territorios con los que no tenemos nada que ver, más tiempo tardaremos en empezar a dar solución a los problemas causados por la sobrepoblación de gatos, incluyendo, por supuesto, la depredación que pueda haber sobre la fauna silvestre.

Bibliografía

[1] M. Carrete et al., “Emerging laws must not protect stray cats and their impacts,” Conserv Sci Pract, vol. 4, no. 7, p. e12706, Jul. 2022, doi: 10.1111/CSP2.12706.

[2] D. Shultz, “Where did Australia’s cats come from?,” Science (1979), Dec. 2015, doi: 10.1126/SCIENCE.AAD7526.

[3] S. Riley, “The changing legal status of cats in Australia: From friend of the settlers, to enemy of the rabbit, and now a threat to biodiversity and biosecurity risk,” Front Vet Sci, vol. 5, no. FEB, p. 342, 2019, doi: 10.3389/FVETS.2018.00342/BIBTEX.

[4] G. Singleton, C. J. Krebs, S. Davis, L. Chambers, and P. Brown, “Reproductive changes in fluctuating house mouse populations in southeastern Australia,” Proc R Soc Lond B Biol Sci, vol. 268, no. 1477, pp. 1741–1748, Aug. 2001, doi: 10.1098/RSPB.2001.1638.

[5] W. Frost, “European farming, Australian pests: agricultural settlement and environmental disruption in Australia, 1800-1920,” Environ Hist Camb, vol. 4, no. 2, 1998, doi: 10.3197/096734098779555682.

[6] F. M. Fernández-Latorre and F. D. del Olmo, “Ecological footprint and social-environmental tourism pressure. Application to the Canary islands,” Boletín de la Asociación de Geógrafos Españoles, vol. 0, no. 57, 2011.

[7] A. C. COOK, “THE ABORIGINES OF THE CANARY ISLANDS,” Am Anthropol, vol. 2, no. 3, pp. 451–493, Jul. 1900, doi: 10.1525/AA.1900.2.3.02A00040.

[8] J. D. Boone et al., “A Long-Term Lens: Cumulative Impacts of Free-Roaming Cat Management Strategy and Intensity on Preventable Cat Mortalities,” Front Vet Sci, vol. 6, p. 238, Jul. 2019, doi: 10.3389/FVETS.2019.00238/BIBTEX.

[9] I. Gunther, H. Hawlena, L. Azriel, D. Gibor, O. Berke, and E. Klement, “Reduction of free-roaming cat population requires high-intensity neutering in spatial contiguity to mitigate compensatory effects,” Proc Natl Acad Sci U S A, vol. 119, no. 15, p. e2119000119, Apr. 2022, doi: 10.1073/PNAS.2119000119/SUPPL_FILE/PNAS.2119000119.SD01.XLSX.

 

Autor:  Octavio Pérez Luzardo Catedrático de Universidad, Facultad de Veterinaria, de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.

Fuente: Universidad Rey Juan Carlos

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