Las reservas marinas no son suficientes para restaurar los ecosistemas

Mero. / Olga Reñones - Centro Oceanográfico de Baleares (IEO-CSIC).

Las áreas marinas protegidas son una de las herramientas fundamentales para la conservación de los recursos naturales afectados por el impacto humano —principalmente la pesca—, pero, ¿son suficientes para recuperar el funcionamiento de estos ecosistemas? Un estudio publicado en la revista ICES Journal of Marine Science, liderado por investigadores del Instituto de Investigación de la Biodiversidad (IRBio) de la Universidad de Barcelona, en colaboración con investigadores del Grupo de Oceanografía de Ecosistemas (GRECO) del Centro Oceanográfico de Baleares, pone de manifiesto las limitaciones de las reservas marinas para restaurar las redes tróficas al estado prístino previo al impacto de la pesca intensiva.

«Esta investigación demuestra que únicamente con reservas marinas de pequeña escala no hay suficiente para conservar la funcionalidad de los ecosistemas marinos. En regiones con una presión pesquera intensa, tanto profesional como recreativa, las zonas explotadas tienen más influencia sobre las reservas pequeñas», explica el profesor Lluís Cardona, del Departamento de Biología Evolutiva, Ecología y Ciencias Ambientales de la Facultad de Biología y del IRBio, y primer autor del artículo.

También signan el trabajo los investigadores Fabiana Saporiti, Asunción Borrell y Àlex Aguilar (IRBIO-UB), y participan los expertos Joan Moranta y Olga Reñones (IEO-CSIC), y Adam Gouraguine, de la Universidad de Newcastle (Reino Unido).

 

Estudio de los peces carnívoros en los fondos rocosos poco profundos

Los investigadores analizaron, mediante la técnica de censos visuales con escafandra autónoma, la cantidad y la medida de los peces carnívoros que habitan en los fondos rocosos poco profundos del mar Mediterráneo y en zonas temperadas del océano Atlántico, con el objetivo de evaluar los efectos de protección frente a la pesca de las reservas marinas. Después usaron la técnica de análisis de isotopos estables de carbono y nitrógeno para ver si se había producido un cambio en la dieta de las especies y, por tanto, en la red trófica.

En el Mediterráneo, las muestras se obtuvieron en el parque nacional de Cabrera (Mallorca), en zonas donde esta actividad está prohibida desde 1991. Éstas se compararon con las muestras del oeste de Mallorca, donde esta actividad sí está permitida. Por otro lado, las muestras del Atlántico se obtuvieron en las islas Cíes, un pequeño archipiélago que pertenece al parque nacional de las Islas Atlánticas de Galicia, donde determinadas modalidades de pesca están prohibidas desde 2002 (excepto por la pesca artesanal de pequeña escala), y también en zonas de la desembocadura de la contigua Ría de Vigo, abiertas a todas las pescas.

 

Efectos en la cantidad y la medida de los peces, pero no en la estructura trófica

Los resultados muestran una mayor biomasa y medida de los peces carnívoros de fondos rocosos poco profundos en las reservas marinas analizadas, en comparación con las zonas abiertas a la pesca. Los ejemplos más extremos fueron el mero (Epinephelus marginatus) en las Islas Baleares y el sargo (Diplodus sargus) en Galicia, ya que los especímenes de más de 45 cm, en el primer caso, y de 26 cm, en el segundo, solo se podían encontrar en las áreas protegidas.

 

Sargo
Sargo (Diplodus sargus sargus) – Foto propiedad: Canal Mar Menor

 

Aparte de los efectos positivos, el estudio también muestra que la protección de la pesca no provocó ningún cambio significativo en la estructura trófica de la comunidad de peces carnívoros en ninguna de las dos regiones, aunque sí que se detectaron cambios en la dieta de algunas especies. Según los investigadores, esto indica que los efectos de las reservas marinas del mar Mediterráneo y de las zonas del norte-este del océano Atlántico son «insuficientes para ayudar a reconstruir las poblaciones de algunos peces carnívoros y restaurar la estructura de tallas, así como para provocar cambios en la dieta de ciertas especies, pero es poco probable que se induzcan a la recuperación de la estructura trófica de los ecosistemas prístinos previos a la intensificación de la pesca».

 

El impacto de la ausencia de tiburones, delfines y focas

Estos resultados se explicarían por la ausencia de peces carnívoros de medidas grandes y de otras especies de alta movilidad, como las focas y los tiburones costeros, que se encuentran en la cima de la cadena trófica y que han sido afectados por la explotación humana. «Las reservas marinas favorecen la recuperación de especies sedentarias como el mero, pero no otras especies de elevada movilidad y medidas grandes, como los tiburones, los delfines y las focas. Incluso especies como la lubina tienen problemas para recuperarse en las reservas de Galicia. La falta de estas especies es lo que impide la aparición de diferencias en las redes tróficas entre reservas y zonas abiertas a la pesca, en la Mediterránea y el Atlántico, más allá de la recuperación de la biomasa de algunas especies sedentarias», afirma Lluís Cardona.

En consecuencia, según explican los investigadores en el artículo, los objetivos de las redes marinas en las regiones en que los depredadores muy móviles han sido mermados o se han extinguido se tienen que replantear en términos «más realistas que la recuperación de las condiciones prístinas previas a la pesca intensiva, aunque en las reservas marinas sí se pueden recuperar algunas de las características de la estructura trófica histórica, como la biomasa y la estructura de tallas de ciertas especies sedentarias».

En este sentido, para Luís Cardona, el foco de la futura conservación de los ecosistemas marinos frente a la pesca se tiene que dirigir a «reducir el impacto sobre las especies de alta movilidad y de medidas grandes en las zonas abiertas a la pesca, ya que las reservas marinas por sí mismas pueden hacer poco para proteger estas especies».

Sin embargo, los investigadores aseguran que la situación podría ser diferente en las zonas en que la presión humana ha sido inferior y aun se mantiene gran parte de la diversidad original de carnívoros de alto nivel trófico y altamente móviles, como pasa en el norte-este del océano Pacífico, donde las poblaciones de la mayor parte de estas especies se mantienen en buen estado gracias a las medidas de conservación aplicadas a todo el territorio.

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