Inteligencia artificial y protección animal: ¿aliada o amenaza?

Protección animal

La irrupción de la inteligencia artificial (en adelante, IA) en múltiples ámbitos de nuestra sociedad ha provocado un profundo cambio en la forma en la que abordamos problemas complejos e incluso ámbitos cotidianos de la vida.

La protección y el bienestar animal no son una excepción. Aunque la IA promete ser una herramienta revolucionaria para avanzar en diversos campos, incluyendo la defensa de los derechos de los animales, también plantea riesgos jurídicos, éticos y sociales que no pueden pasarse por alto. Como abogada especializada en derecho animal, considero esencial analizar el papel de la IA desde una perspectiva jurídica integral, consciente de sus oportunidades pero también de sus amenazas.

 

Aplicaciones positivas de la ia en la protección animal

  1. Vigilancia y detección de maltrato animal

En el ámbito de la protección animal, la IA ha comenzado a utilizarse para detectar casos de maltrato mediante sistemas de videovigilancia inteligente. Cámaras con algoritmos entrenados pueden identificar comportamientos sospechosos en mataderos, criaderos o centros de experimentación. En algunos países como Reino Unido o Estados Unidos, ya se han instalado sistemas capaces de reconocer gritos, caídas violentas o golpes, enviando alertas automáticas a los servicios de inspección o incluso almacenando imágenes como posibles pruebas para una intervención posterior. En el futuro, podrían incorporarse estos sistemas en refugios, perreras municipales o instalaciones ecuestres, residencias caninas e incluso clínicas veterinarias o asimilados, actuando como un control adicional a las inspecciones presenciales y reforzando el cumplimiento normativo.

Desde una perspectiva jurídica, este tipo de evidencias deberán ser cuidadosamente analizadas en cuanto a su valor probatorio. ¿Basta con una alerta de IA para abrir un expediente sancionador o iniciar diligencias penales? ¿Cómo garantizar la autenticidad de las imágenes recogidas y evitar manipulaciones? Estas preguntas nos obligan desde ya a definir criterios claros para su admisibilidad en eventuales juicios.

  1. Conservación de especies y fauna salvaje

La IA también se emplea en la conservación de fauna silvestre mediante drones con visión computacional, sensores medioambientales o cámaras trampa que permiten identificar patrones de comportamiento, rutas migratorias o zonas de mayor riesgo por caza furtiva. En parques naturales africanos, por ejemplo, se utilizan algoritmos de predicción para anticipar ataques de cazadores ilegales a partir del análisis de datos históricos, geográficos y meteorológicos.

Estas tecnologías permiten una intervención más ágil y eficiente por parte de las autoridades y ONGs, lo que podría traducirse en una mejora del cumplimiento de la normativa sobre conservación de especies. También abren la puerta a una nueva forma de cooperación internacional en materia de biodiversidad, con bases de datos compartidas y estrategias de protección coordinadas gracias a herramientas digitales. A nivel legal, esto plantea nuevos retos sobre la soberanía de los datos recogidos, los derechos sobre la información generada y la responsabilidad de uso compartido.

  1. Asistencia jurídica y automatización de procesos

Desde la vertiente legal, la IA puede ayudar a abogadas y abogados animalistas a redactar escritos, clasificar jurisprudencia relevante, generar argumentarios jurídicos a partir de grandes bases de datos normativas, doctrinales y jurisprudenciales, e incluso simular posibles escenarios procesales. Herramientas como los asistentes jurídicos basados en lenguaje natural o los motores de análisis predictivo están comenzando a utilizarse en despachos de todo el mundo.

Esto no sólo ahorra tiempo, sino que puede mejorar la calidad técnica de las demandas si se emplea con rigor. En procedimientos complejos, como aquellos que implican peritajes veterinarios o interpretación de leyes autonómicas divergentes, la IA puede ofrecer un apoyo documental preciso y actualizado. No obstante, su uso debe ser siempre supervisado por profesionales del derecho y, según mi opinión, profesionales con experiencia previa en la profesión sin el uso de la IA: ningún algoritmo sustituye el juicio crítico, la empatía ni la sensibilidad y la experiencia con la que debe ejercerse la abogacía animalista.

 

Golden retriever - Foto de Helena Lopes: https://www.pexels.com/es-es/foto/perro-bronceado-de-pelo-corto-2253275/

Riesgos y desafíos jurídicos

  1. Generación de pruebas falsas

Una de las amenazas más serias es el uso de IA para fabricar pruebas falsas: por ejemplo vídeos, audios o documentos manipulados que simulan situaciones de maltrato inexistentes, o las mismas pruebas pero que exoneran a la persona imputada precisamente por dichos hechos siendo esta realmente culpable. En el contexto de un proceso judicial, esto puede socavar gravemente el principio de veracidad probatoria y el derecho a la tutela judicial efectiva, además de generar desconfianza en los procedimientos de defensa animal (y en todos, en realidad).

Será imprescindible desarrollar marcos normativos que regulen la autenticidad, trazabilidad y admisibilidad de las pruebas generadas o tratadas por IA así como está siendo imprescindible la formación de peritos con la especialización en dirimir si las pruebas han sido o no generadas por IA.

  1. Sesgos especistas en los algoritmos

Los algoritmos son diseñados por personas humanas, y por tanto heredan sus sesgos. Algunos estudios recientes advierten que la IA puede reproducir e incluso amplificar prejuicios especistas, por ejemplo, al priorizar la protección de animales considerados “carismáticos” (como perros o elefantes) frente a especies menos valoradas socialmente (como ratas, cerdos o peces). ¡Y qué decir de los insectos, pulpos o moluscos, por ejemplo!

También podrían omitirse patrones de maltrato en especies de granja por no haber sido debidamente entrenados los algoritmos con esos datos, al ser animales de consumo totalmente habitual en nuestra sociedad. Esto requiere una revisión crítica y una auditoría ética del entrenamiento de modelos, en la que participen expertos en derecho animal.

  1. Responsabilidad legal y uso ético

La aplicación de sistemas de IA en tareas de vigilancia o intervención plantea dilemas sobre la imputación de responsabilidades. ¿Quién responde si un algoritmo falla y no detecta un caso de maltrato? ¿Y si, por el contrario, genera una denuncia falsa? ¿Cómo se regulan los daños causados por una actuación basada en una predicción incorrecta?

En el marco legal actual, estas cuestiones están en un limbo normativo que urge clarificar. La Ley Orgánica de Protección de Datos y la futura regulación europea sobre IA deberán incorporar principios de transparencia, explicabilidad y trazabilidad que garanticen la protección de derechos fundamentales, incluyendo el derecho a un juicio justo tanto para denunciantes como para denunciados/as.

 

 

 

Necesidad de una regulación específica

En España y en el conjunto de la Unión Europea, la regulación sobre IA avanza lentamente. El Reglamento de Inteligencia Artificial de la Unión Europea (Artificial Intelligence Act) fue aprobado formalmente y entró en vigor el 1 de agosto de 2024. El texto aún está en fase de implementación progresiva y será aplicable por fases hasta 2026.

Esta Artificial Intelligence Act cataloga ciertos usos de la propia IA como “alto riesgo” cuando afectan a derechos fundamentales, pero como bien sabemos, los derechos de los demás animales no están incluidos explícitamente entre ellos (otra crítica que debería ser tenida en cuenta, aunque este ya es un terreno más amplio para abordar en otro artículo).

En cuanto a las menciones explícitas al bienestar animal, el texto del Reglamento no incluye disposiciones específicas sobre este tema. Diversos expertos y organizaciones han señalado esta omisión como una carencia significativa, dado el impacto potencial de la IA en los animales.

Además, existe una creciente preocupación en la comunidad científica y ética sobre cómo la IA podría afectar a los demás animales, tanto positiva como negativamente.

En resumen, aunque el Reglamento de IA de la UE ya está en vigor, no contiene menciones explícitas al bienestar animal, y esta omisión ha sido objeto de críticas por parte de expertos y organizaciones que abogan por una inclusión más clara de consideraciones sobre el asunto en futuras regulaciones. Es imprescindible que el legislador español se anticipe, incluyendo directrices específicas sobre el uso de tecnologías emergentes en la defensa animal.

Además, debería promoverse una regulación que garantice:

  • La transparencia de los algoritmos usados en protección animal.
  • La trazabilidad de las pruebas generadas por IA.
  • La formación obligatoria en ética, bienestar y derecho animal para quienes desarrollen e implementen estos sistemas.

 

Foto de Cong H: https://www.pexels.com/es-es/foto/foto-de-enfoque-de-gato-blanco-negro-y-naranja-de-pelaje-corto-1404825/

 

Reflexión final

La IA no es buena ni mala en sí misma: es una herramienta. Su valor dependerá de cómo la utilicemos y del entrenamiento que se le haya ofrecido previamente. Desde el mundo jurídico, tenemos la responsabilidad de contribuir a que esta tecnología se integre con garantías, al servicio de una sociedad más justa también con los demás animales. Esto implica no sólo adoptar medidas de prevención ante sus riesgos, sino también aprovechar su potencial para construir una protección animal más eficaz, transparente y proactiva.

La abogacía animalista debe ser protagonista en este proceso: vigilante, crítica, pero también innovadora. Porque si bien los animales no pueden intervenir en los algoritmos, nosotras sí para defenderlos con todas las herramientas —también las digitales— a nuestro alcance. Se lo debemos.

 

Por Laia García Aliagaabogada especializada en Derecho Animal y miembro de la Comisión de Derechos Humanos y Derechos Animales de la Jove Advocacia de Catalunya. 

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