Este año, muchas ciudades experimentan un otoño tardío, con temperaturas más suaves y días que poco a poco se acortan. La luz mengua, los árboles de hoja caduca —también llamados caducifolios— comienzan a despojarse de su follaje y el paisaje se viste de una alfombra multicolor de tonos ocres, rojos, amarillos y marrones. Es todo un espectáculo natural que, además de belleza, encierra un proceso esencial para el equilibrio ecológico.

Durante esta estación, los árboles reducen su actividad y entran en un estado de latencia que se prolongará durante el invierno. Al necesitar menos nutrientes, aprovechan este tiempo para renovar su energía y prepararse para la siguiente primavera. Pero lo más fascinante es que las hojas que pierden no son un simple desecho: son un recurso valiosísimo para el suelo y para la vida que lo habita.

 

🌱 Un abono natural lleno de vida

Las hojas que se acumulan en parques, jardines y bosques se descomponen lentamente gracias a la acción de hongos, bacterias, insectos y lombrices. Este proceso de transformación convierte la materia orgánica en humus, una sustancia rica en nutrientes que mejora la estructura del suelo y lo hace más fértil.

De hecho, se calcula que los árboles pueden recuperar hasta el 80 % de los nutrientes que necesitarán en su siguiente ciclo de crecimiento gracias a la descomposición de sus propias hojas.
Además, el humus retiene agua, mejora la aireación del terreno y ayuda a mantener el pH equilibrado.

 

🪱 Las lombrices: aliadas invisibles del suelo

Entre los principales protagonistas de este proceso están las lombrices de tierra, auténticas ingenieras naturales. Al alimentarse de hojas y restos orgánicos, producen excrementos ricos en enzimas, bacterias y sustancias activadoras que regeneran la microbiota del suelo. Su constante actividad excava pequeños túneles que mejoran la oxigenación y drenaje, creando un entorno ideal para raíces y microorganismos. Sin ellas, el suelo perdería parte de su fertilidad y capacidad de regeneración.

Lombrices

💧 Las hojas también protegen y equilibran

Las hojas caídas no solo nutren el terreno, sino que también retienen la humedad y forman una capa protectora que amortigua las heladas, evita la erosión y mantiene una temperatura más estable en el suelo.
Esa cubierta natural también sirve de refugio para pequeños invertebrados, anfibios y micromamíferos que encuentran allí abrigo frente al frío.

Incluso tienen un papel indirecto en el ciclo del agua, al favorecer la condensación y el intercambio de humedad en el ambiente, contribuyendo a la formación de nubes y lluvias locales.

 

🌳 Jardinería regenerativa: aprender de la naturaleza

Cuando permitimos que las hojas permanezcan sobre el terreno, practicamos una forma de jardinería regenerativa, que imita los procesos naturales de los ecosistemas. En lugar de retirar y desechar, se devuelve a la tierra lo que es suyo. Cada hoja en el suelo es una inversión ecológica en fertilidad, humedad y biodiversidad.

Algunas ciudades, como Salamanca, ya aplican este enfoque en sus parques públicos, dejando parte de las hojas en zonas verdes para mejorar la calidad del suelo y reducir el gasto en fertilizantes y riego. Un pequeño gesto que marca una gran diferencia en términos de sostenibilidad.

Hojas

 

🌍 Cuidar el suelo es cuidar la vida

La próxima vez que veas un manto de hojas cubriendo el parque, recuerda que no es suciedad, sino un proceso de vida que está en marcha. Cada hoja que se descompone contribuye a regenerar la tierra, alimentar árboles y mantener el equilibrio de un ecosistema que se renueva año tras año. El otoño, más que una estación de caída, es una temporada de preparación y renacimiento.

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