El tamaño de las orejas de un organismo puede darnos información sobre el ambiente en el que vive y su dieta
No todos los animales están dotados de orejas para escuchar y tampoco todos tienen el sentido del oído en la cabeza, algunos animales como los saltamontes tienen tímpanos en el abdomen y algunos como los anfibios y reptiles sienten las vibraciones del sonido por medio de sus mandíbulas, así lo detectan en vez de escucharlo, entonces ellos lo sienten. Los mamíferos son lo que poseen el oído más complejo, debido a que se ha adaptado al hábitat de los organismos, ya sea acuático, subterráneo, aéreo o terrestre y a sus actividades cotidianas.
Las orejas grandes del zorro orejudo (Otocyon megalotis) amplifican el sonido de los insectos moviéndose debajo de la superficie del suelo, para poder encontrarlos y alimentarse de ellos. Los aye-aye (Daubentonia madagascariensis) de hábitos arborícolas, tienen unas orejas muy grandes y sin pelo que les ayudan a escuchar a las larvas de los insectos que se encuentran enterrados en los troncos de los árboles, de manera que una vez que los ubican pueden hacer un hoyo con uno de sus largos dedos en el lugar preciso donde se encuentran las larvas para poder darse un banquete.
El caracal (Caracal caracal) es una especie de felino que vive en África e India con orejas que usa como si fueran antenas, puede moverlas de manera independiente gracias a los más de 20 músculos que le dan la capacidad de hacerlo y eso le ayuda a captar el sonido de sus presas que se escabullen, aunque éstas puedan esconderse entre los altos pastos de la sabana. Sus orejas son puntiagudas y terminan con un mechón largo de pelos oscuros lo convierten en un cazador nocturno muy eficiente.
El tamaño de la pina en los murciélagos es muy variable, las hay desde tamaños “normales” hasta algunas que son casi del doble del tamaño de su cabeza. En estos casos muchas especies pueden presentar estructuras secundarias que contribuyen a la amplificación del sonido, discriminación diferencial ente ecos o adaptaciones que todavía no comprendemos. Una de las que destaca es la presente en los murciélagos del género Centurio cuya extraña apariencia en el rostro le es de gran utilidad; presenta una serie de pliegues que van desde las orejas y se continúan sobre su rostro, además de que el rostro es desnudo; esta característica parece que está vinculada al sistema de detección. Lo más curioso de este caso es que es una especie que se alimenta de la savia de las plantas, por lo que su funcionamiento podría sugerir que su sistema debe discriminar en las selvas tropicales entre diferentes tipos de plantas, luego ubicar la región propicia para ingerir la savia de las plantas. En otros casos como en los murciélagos vampiro del género Desmodus, las orejas son comparativamente pequeñas respecto al tamaño del ejemplar; los murciélagos vampiro están dotados con un sistema de ecolocación, pero no dependen completamente de este sistema para la ubicación de sus presas, también se apoyan en un sistema termosensible que les permite determinar la presencia de presas y los sitios adecuados en el que deben hacer la incisión y de esta manera obtener la sangre necesaria para alimentarse. En contraparte hay murciélagos en los que las orejas están unidas por una membrana por lo que su movilidad es mínima y están dirigidas hacia la parte frontal del organismo. En este caso son murciélagos que vuelan a altas velocidades y altitudes, por lo que se desplazan por encima de la vegetación; las características de sus orejas los ayudan a detectar a sus presas a una gran distancia y las correcciones al vuelo son mínimas para llevar al cabo la cacería.
El murciélago orejudo manchado (Euderma maculatum) es la especie de murciélago con las orejas más grandes en relación a su tamaño corporal (son dos veces más largas que el largo de su cabeza), éstas les ayudan a amplificar sonidos de baja frecuencia como los pasos de sus presas, que son artrópodos. Son varias las especies de murciélagos, en especial en los desiertos que se ubican en una percha y a través del sonido detectan el caminar de los artrópodos, y una vez localizadas las presas se lanzan sobre ellos para cazarlos. En los desiertos es de llamar la atención el caso de los alacranes, que son muy abundantes y que para muchas especies podrían pasar desapercibidos, pero son fácilmente detectados por los murciélagos del género Macrotus y las musarañas de los desiertos (Notiosorex) únicamente por su ruido al caminar, convirtiéndose en uno de sus alimentos principales.
Existen diferentes frecuencias de sonido, las cuales se miden en unidades llamadas hertz. Las frecuencias infrasónicas son las emitidas a menos de 20 hertz, las sónicas de 20 a 20,000 hertz y las ultrasónicas las cuales son superiores a los 20,000 hertz. Los humanos solamente podemos escuchar las frecuencias sónicas, en cambio los murciélagos y los delfines pueden escuchar altas frecuencias (hasta 100,000 y 150,000 hertz respectivamente). Los elefantes pueden escuchar desde frecuencias infrasónicas desde 1 hertz hasta frecuencias sónicas de 20,000 hertz, pero no es que los elefantes tengan un sentido del oído muy agudo y capten las frecuencias por medio de él, sino que las captan por medio de vibraciones en sus patas, debido a que tienen unas terminaciones nerviosas especializadas. La diferencia en los Hertz entre las frecuencias usadas por los murciélagos, delfines y elefantes radica en el medio en el que se difunden y su utilización. En murciélagos es en el aire, en los delfines es en el agua. En ambos casos las frecuencias sónicas tienen como función la localización especifica de un objeto o presa en el espacio a corta distancia. En contraparte la de los elefantes viaja como una vibración a través del suelo y es a larga distancia, varios kilómetros y tiene como función la comunicación entre diferentes grupos sociales, proceso similar al de las ballenas en los océanos.
El tamaño de las orejas de las diferentes especies les ayuda para hacer más eficiente la localización de su alimento, contribuyendo las orejas a la supervivencia.
Autores: Alina Gabriela Monroy-Gamboa y Sergio Ticul Álvarez-Castañeda
Fuente: Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste, S. C. Instituto Politécnico Nacional